El uso de cigarrillos electrónicos –una práctica conocida como ‘vaping’ por la inhalación de los vapores, usualmente imbuidos de nicotina, que generan esos dispositivos– es popular y controversial y tiene un mercado de grandes proporciones y en auge.
Los fabricantes y sus promotores lo mercadean como una alternativa al tabaquismo (es decir al fumar) que no implica los riesgos inherentes a ello (cáncer, enfermedades cardiovasculares y respiratorias y demás), pero sus críticos consideran que los cigarrillos electrónicos no están exentos de riesgos, son poderosamente adictivos e, incluso, tienen efectos que resultan ominosos.
Un reciente estudio de la Universidad de Carolina del Norte, por ejemplo, halló que la nicotina y otras sustancias presentes en los cigarrillos electrónicos dificultan que, en mujeres embarazadas, los embriones se implanten en el útero, lo que resulta en problemas de infertilidad. De acuerdo a un reporte de Vice al respecto, la práctica del vaping durante el embarazo podría ser un factor que desate anormalidades en los bebés.
Otras investigaciones recientes han vinculado al vaping, por ejemplo, con alteraciones cardiovasculares (las arterias se modifican con la inhalación de esos vapores, incluso si no tienen nicotina) y el uso de cigarrillos electrónicos con aceites de THC (el compuesto activo de la marihuana) habría devenido en algunos casos en graves enfermedades pulmonares en algunas personas.
En el caso de la relación entre el vaping y la fertilidad, la investigación de la Universidad de Carolina del Norte determinó que tras exponer a ratones al vapor de cigarrillos electrónicos durante varios meses, sus capacidades reproductivas se mermaban sustantivamente. Y en los seres humanos esas afectaciones podrían, incluso, ser de gran proporción, se indica.
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