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Trabajo Sucio: ¿y tanto talento y para qué?

Por Anthony Pérez–Diaz
Especial para alacechord.com

 Recién vi la película dominicana “Trabajo Sucio” y la decepción no podía ser más grande. ¡Qué desastre! 

Se trata de una comedia insípida, deshilachada, absurda y grotesca, y de un humor negro generalmente mal entendido. 

La película comienza con una secuencia que remite abierta y deliberadamente a un clásico –Sunset Boulevard– del gran Billy Wilder. Pero la conexión y similitud entre uno y otro film es somera y muy limitada, y por demás, establecer una comparación entre ellos es abismal e innecesaria.

Al final, esto queda como como un punto de referencia que solo sirve para apuntalar los dos polos opuestos de un arte ciertamente engañoso y difícil de conquistar. 

Desde el mismo inicio de “Trabajo Sucio” se evidencia el carácter precario, crudo y pedestre de sus postulados. Es por eso que no han pasado 3 minutos de proyección y ya sentimos la presencia del aburrimiento y el desgano asomarse desafiantes. 

Lo peor, sin embargo, es que dicha sensación nunca desaparece, y por el contrario, va in crescendo según avanza la película, puesto que el film no es más que un pastiche telenovelesco en el que no hay personajes y la historieta está repleta de un humor físico que carece de gracia.

Como consecuencia, a duras penas puede uno dibujar una sonrisa con los ‘chistes’, desplantes y la tosquedad que abunda en el film. Y cuando esto sucede, es mayormente revestida de un tono amargo y sarcástico –ante el asombro y descreimiento– y no de satisfacción y complacencia. 

El problema aquí no es la crudeza, el humor árido o más bien grosero y burdo con el que se pretende divertir a la audiencia. No, el asunto es más sencillo. 

ANTHONY PEREZ-DIAZ, AUTOR
De lo que adolece ‘Trabajo Sucio’ es simplemente de un elemental sentido de comedia, de chispa, ‘gags’ y de verdaderos chistes que de forma natural entretengan y hagan reír al público. 

¿De qué trata la película? Vaya usted a saber. ¿De la desenfrenada codicia de los empleados de la casa de la familia Pérez? No.

 ¿De la venganza de la ama de llaves de la casa de los Pérez? No. ¿De la corrupción gubernamental, vista a través del diputado Pérez? Tampoco. ¿De la singular y nunca bien estimada y sacrificada vida de los empleados de la familia Pérez? Imposible. 

Todo luce muy destartalado. ¿Entonces, por donde rayos va la película? Bueno, cuando lo sepan me lo dicen, lo cual no será muy difícil, dado que el personaje central –ese de la actriz Cheddy García que narra en off lo que debería descubrirse – se encarga de definir y descifrar de un ‘plumazo’ a cada quien. 

Esto sucede en los primeros minutos del film, y su descripción es tan certera que después de eso, queda muy poco por conocerse de los caracteres. 

Una de las secuencias más inauditas de ‘Trabajo Sucio’ es aquella en la que se infiere que todos los presentes en una pachanga, que tiene lugar alrededor de una piscina, en una lujosa mansión, incluyendo a un insoportable ‘niño’ (La Ditingancia) que sólo sabe corretear de un lado a otro y decir palabrotas; saldrán de allí de manos de sus respectivas parejas. 

¡Qué maravilla! El problema de muchas comedias dominicanas sigue siendo el mismo y va más allá del localismo idiomático que las determina. El mismo se fundamenta en una concepción de la risa y el humor visto a través del gesto, la mueca, la pose o la idiotez fuera de contexto. 

Ahora bien, los recursos por excelencia a los que por lo regular se recurre, cual panacea estilística, son la vulgaridad y las frases hechas recitadas de la forma más simplona y mecánica que alguien pueda imaginarse.

 Como muestra tómense estos ejemplos de “Trabajo Sucio”: “Doña coja comerciales”, “El pipo e Lula”, “Yo sí que e guayao la yuca”, etc., etc. Así que aquí lo que abunda es el lamento y la decepción. ¡Con tan buenos talentos en el campo de la actuación, pero qué desperdicio!

 El guion del film es horrible, y si hubo un intento de sátira aquí, eso nunca se logra –lo que prevale en la historia es el descaro, y el sentido chabacano y vulgar de sus diálogos e imágenes, (como la idiotez aquella de Yasser Michelén con un pene artificial en la cabeza). 

Nashla Bogaert, aunque se mueve con soltura, tiene poco que hacer con un personaje unidimensional y pobremente definido. Con poner cara de ‘mala leche’ no es suficiente. 

El actor Frank Perozo es el único que consigue dejar una buena impresión, por su naturalidad y desenfado, pero es sólo hasta que de forma forzada se hace el idiota para crear un cierre que a nadie convence. 

 Pero pensándolo bien, tal vez la mejor actuación es la de quien se hace llamar El Mayor Clásico. ¿No les parece? Cuando vean la película, o si ya la vieron tal vez coincidan conmigo. Y estoy hablando en serio.


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