En nuestro país hay instaladas mas bancas de apuestas que
escuelas funcionando.
A pesar de la vigencia de la ley 139-11 que regula las
bancas, casinos y juegos de azar, pareciera que
a nadie la importa su aplicación ya que cientos si no miles de estos
negocios funcionan de manera ilegal, sin control ni supervisión de autoridad
alguna.
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LUIS GONZALEZ FABRA, AUTOR |
Estos centros de apuestas se han regado como la verdolaga y
se encuentran al lado o en las cercanía de escuelas, iglesias , parque
infantiles, calle y callejones.
Según me han informado hasta hay unas especies de “bancas
ambulantes”, donde un vendedor anda con
un “verifone” para aceptar pagos por las apuestas.
Se estima en 120 mil el número de bancas de apuestas
diseminadas por todo el territorio nacional pero de esas solo 30 mil 750 están
registradas y podrían ser objeto de supervisión, el resto anda como chivo sin
ley.
A pesar de que el
ministerio de Hacienda ha cerrado cientos de bancas en los últimos años, esa
labor parece haber decaído ante el
empuje de las bancas ilegales que se abren cada día en cualquier espacio
disponible.
Uno de los graves problemas de este sector es que mucho legisladores son dueños de banca
y a ellos se atribuye en parte el descontrol, ya que algunos de esos
legisladores tienen un número de bancas registradas pero operan el doble o el
triple de manera ilegal.
Todo este andamiaje es conocido por las autoridades,
especialmente por Hacienda, pero no han sido capaces de enfrentar el problema
con la energía suficiente, quizás por las intríngulis políticas derivadas de
los dueños de bancas con asiento en el Congreso Nacional.
Los juegos de azar existen en todas partes del mundo, pero
son regulados y solo tienen acceso a ellos los adultos que visitan los establecimientos donde
operan., regularmente hoteles de lujo. Aquí no es así.
Las bancas y los juegos están aquí no solo en los hoteles.
Están en todas partes. Sin supervisión. Y es frecuente encontrar en ellas a
menores de edad.

Otros juegan por la emoción del juego. Sentirse ganador.
Algunos los hacen por diversión.
El juego puede convertirse en un problema para los pobres
que continúan jugando a pesar de perder hasta lo que tienen para comer. Y cuando el juego se convierte en hábito pasa
a ser un problema.
En nuestro sistema democrático libertino todos, a excepción
de los menores, tenemos derecho a jugar hasta la ropa, si eso queremos.
Corresponde al gobierno establecer las regulaciones y hacerlas cumplir para que
quienes juegan lo hagan dentro de un marco de legalidad y en espacios definidos
donde no alteren ni afecten la cotidianidad de los que no juegan.
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