VATICANO, Roma.-Después de reunirse con los Misioneros de la
Misericordia, el Papa Francisco celebró una Misa con ellos en el altar de la
cátedra en la Basílica de San Pedro. Una celebración en la que concelebraron
los 550 misioneros de los cinco continentes que estos días están en Roma, a los
que invitó a ser “sencillos” y “mansos”.
En su homilía, el Santo Padre pidió “sacerdotes normales,
simples, mansos, equilibrados, pero capaces de dejarse constantemente regenerar
del Espíritu, dóciles a su fuerza, interiormente libres –sobre todo de sí
mismos– para que sean movidos por el ‘viento’ del espíritu que sopla donde
quiere”.
Además, habló del servicio a las personas y el servicio de
las comunidades. Y para eso, el sacerdote debe nacer de lo alto” porque si no
uno termina convirtiéndose como Nicodemo que, a pesar de ser maestro en Israel,
no entendía las palabras de Jesús cuando decía que para “ver el reino de Dios”
se necesita “nacer de lo alto”.
“Nicodemo no entendía la lógica de Dios, que es la lógica de
la gracia de la misericordia, por la cual quien se hace pequeño es grande,
quien se hace último es el primero, quien se reconoce enfermo es curado”, dijo
el Papa.
La segunda indicación que dirigió a los Misioneros de la
Misericordia fue el servicio a la comunidad. Ser sacerdotes “capaces de elevar
en el desierto del mundo el signo de la salvación, es decir, la Cruz de Cristo,
como fuente de conversión y de renovación para toda la comunidad y para el
propio mundo”.
“El Señor muerto y resucitado es la fuerza que crea la comunión
en la Iglesia y, a través de la Iglesia, en toda la humanidad”, añadió.
A su vez, el Obispo de Roma habló de la comunión entre los
cristianos y cómo hacían las primeras comunidades cristianas. “Era una comunión
que se hacía compartiendo los bienes de manera concreta”. “Pero este estilo de
vida de la comunidad era también contagioso al exterior: la presencia viva del
Señor Resucitado produce una fuerza de atracción que, a través del testimonio
de la Iglesia y a través de las diferentes formas de anuncio de la Buena
Noticia, tiende a alcanzar a todos y no excluye a ninguno”.
Por último, manifestó que “tanto la Iglesia como el mundo de
hoy tienen una necesidad particular de Misericordia porque la unidad deseada
por Dios en Cristo prevalece sobre la acción negativa del malvado que aprovecha
muchos medios actuales, en sí mismos buenos, pero que, mal utilizados, en lugar
de unir, dividen”.
(Fuente: ACIPRENSA)




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