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Falta madurez


Es mucho lo que se habla en el país sobre la necesidad de copiar el modelo político de Estados Unidos. No se pueden comparar las normas de comportamiento entre una sociedad desarrollada, con instituciones independientes y fuertes que representan a un sistema y no a un partido en el gobierno, con otra en la que las políticas no están basadas en principios sino en circunstancias coyunturales.
Para la sociedad norteamericana constituye una afrenta imperdonable sorprender a uno de sus personajes públicos o privados en actos de infidelidad. Aquí los rumores abundan y hasta casos comprobados ha habido de aventuras extramaritales y nada ha pasado.
En Estados Unidos no se le perdona a un político que hable mentiras. Faltar a la verdad es peor que el delito o el desliz mismo en que se haya incurrido. Aquí funcionarios y presidentes han sido sorprendidos mientras mienten y todo sigue igual.
En Estados Unidos los candidatos han recibido apoyo público de comunidades homosexuales y lesbianas, mientras aquí un político no se atreve a reunirse con ese segmento poblacional que en los últimos tiempos ha ido en crecimiento y salido cada vez más del anonimato.
Hay políticos de Estados que han admitido el consumo de drogas. En el país eso sería una admisión imperdonable.
Durante el fin de semana la aspirante demócrata Hillary Clinton, en busca de apoyo hispano, se pegó a “pico ‘e botella” de una cerveza Presidente durante un acto político en Puerto Rico mientras su rival, Barack Obama, se fajaba a bailar salsa en procura del apoyo de la población latina.
¿Qué político dominicano, en plena campaña, se atrevería a ingerir en público alguna bebida alcohólica y mucho menos a mostrar la etiqueta como lo hizo la señora Clinton?
Hipólito Mejía, el más desenfadado de los políticos dominicanos, fue quien más se acercó a admitir la bebida cuando en un acto político dijo que él no sólo se la bebía sino que se la untaba por todo el cuerpo. Por poco lo satanizan.
Es evidente que es mucha la diferencia entre ambas sociedades y escasa la madurez entre los políticos dominicanos como para pretender compararse con el de un país en que las instituciones sí funcionan y están más allá de un período de gobierno.