El presidente Leonel Fernández ha provocado gran revuelo en la sociedad dominicana como consecuencia de los cambios dispuestos en la administración pública desde el 16 de agosto pasado.
El mandatario ha sido criticado por los partidos Revolucionario Dominicano y Reformista Social Cristiano, quienes le acusan de socavar la unidad interna de esas organizaciones al designar en puestos públicos a dirigentes o allegados.
Alegan que esos nombramientos minan la unidad interna y violentan la ley de partidos que es vital en todo proceso democrático. Al respecto han pedido la intervención de la Junta Central Electoral para que evite la continuación de esta situación.
Sin embargo, como buen cristiano, el presidente del tribunal de comicios, el doctor Julio César Castaños Guzmán, se ha lavado las manos, cual Pilatos moderno, y ha dicho que no ve violación a la Ley Electoral con los nombramientos en el Gobierno y que eso es responsabilidad de cada quien.
Desde litorales del gobernante Partido de la Liberación Dominicana han aflorado críticas, muy solapadas, de dirigentes que estaban a la espera de designaciones y que se han quedado con los trajes planchados para la ceremonia de juramentación.
Los cambios evidencian que el presidente Fernández, con el paso del tiempo, ha aprendido el uso del poder, del uso de los recursos estatales y de cómo mantenerse en el poder.
Se ha percatado de que cada voto cuenta a la hora del conteo final y con la certeza de que "poco a poco llena la gallina el buche" ha sumado hacia su causa a decenas de personas que estaban en otros litorales.
Mientras la oposición vive de pataleo en pataleo, el presidente Fernández se aprovecha para promocionarse en cada acto de inauguración, adopta medidas como la de la suspensión en el alza de las placas para vehículos, desautoriza los aumentos en el precio del pan y por concepto de seguros para vehículos.
Aunque muchos en la población no le acompañen en el paso parece que la reelección "e' pa' lante que va".